Tuesday, September 11, 2007

La TV, mucho peor que mala

La televisión por aire de cualquier latitud, tal cual la conocimos, se viene muriendo hace rato por dos fuerzas contrapuestas que la estrangulan: por un lado, el poder de la tecnología, que dispara los contenidos que antes monopolizaba ese sistema hacia formatos y artefactos inesperados y más versátiles (cable, DVD, celulares, sitios de Internet, etcétera) y vuelve cada día más obsoletos sus géneros, modalidades y horarios y, por el otro, la brutalidad, clara y manifiesta, a la que muchos programadores, productores y conductores se aplican con tanto esmero para convertir ese fragilizado ámbito en un hábitat cada vez más desagradable.

El deterioro del medio ya no reconoce fronteras, es generalizado e, incluso, toma de lleno a países, como los Estados Unidos, donde, aun con regulaciones más estrictas en la materia, el descalabro ya se intuye.

En efecto, el diario Los Angeles Times dio a conocer un revelador estudio del Consejo de Televisión de Padres de Familia de Estados Unidos, que, tras examinar 180 horas de televisión en seis cadenas diferentes de TV durante un par de semanas entre 2006 y 2007, llegó a la conclusión de que las escenas violentas en ese medio se incrementaron en un 52,4 por ciento, en tanto que las temáticas sexuales aumentaron en un 22,1 por ciento en comparación con un estudio similar realizado cuatro años atrás.

"Ya no existe un espacio familiar. Para aquellas personas que crecieron viendo el show de Bill Cosby o el maravilloso mundo de Disney, esos días se acabaron", aseguró Timothy Winter, titular de la entidad que encargó la medición.

Según un cable de la agencia DPA, "este fenómeno se inició hace 25 años cuando se acabó el código de conducta de la Asociación Nacional de Difusoras. Las cadenas de televisión por muchos años asignaron de forma voluntaria programación infantil de 20 a 21 horas, de lunes a sábados, y desde las 19 hasta las 21, los domingos. Por su parte, las cadenas de televisión aseguran que el espacio familiar es una noción del pasado".

Siempre se puede estar peor: el citado estudio consigna que en la TV norteamericana el lenguaje obsceno disminuyó en un 25,4 por ciento, pero que esa cifra es engañosa ya que hay un 40 por ciento más de censura a palabras vulgares, el "bip" tan poco usado en nuestras pantallas, donde la escalada de vocablos ásperos, sin restricción de horarios, es exponencial.

En un nivel peor que malo el valioso documento crítico sobre la TV de una academia prestigiosa, como el que emitió días atrás la de Educación, es esterilizado por falta de acompañamiento de quienes podrían hacer algo concreto para mejorar las cosas (los anunciantes, los publicitarios, los permisionarios de los canales, el Estado, las cámaras y asociaciones ligadas a ese medio y el periodismo especializado, que, salvo excepciones, prefiere funcionar como festiva caja de resonancia de las trapisondas del lupanar mediático que se apropió del medio).

Hay lugares donde la televisión abierta está mal y otros donde está bastante peor. No hace falta, por razones un tanto obvias, aclarar por qué la nuestra revista, de manera tan entusiasta, en el renglón más oscuro.



MaraB, "The way out is through".